Un acercamiento a SILENCIO, de Juanmanuel Sanchez, por Nicolás Sandrini.
El clásico duelo de cowboys y algunos elementos de género: un bandido sujetando en gesto amenazante a una chica, confronta en un pan focus con una pistola en la cintura del héroe, mientras se oye una serpiente cascabel. Un cruce de miradas en pantalla partida aumenta la tensión, algo está por suceder a la hora señalada por el trinar del ave, pero el anunciado desenlace es interrumpido.
Del espacio extradiegético se alza un ringtone que descoloca a los personajes y que desvela una situación de rodaje. La puesta en abismo se profundiza y revela una pantalla en una sala de cine. El director, que representa a John Ford (arquetipo del director de cine), clava su ojo en el espectador y reclama silencio en una seña de lenguaje universal. El arrebato concluye en los márgenes que permite la pantalla y que habilita su tinte de género: John le quita la pistola al protagonista de su western y apunta a un espectador que abandona el encuadre.
Si arriesgamos pensar en el ring tone como la banda sonora que musicaliza un disparo que pretende dar muerte al cine, ¿es la acción del autor su voluntad de resistencia?
Silencio es un llamado de atención a nosotros, espectadores, en esta época de doble pantalla, en la que la pantalla cinematográfica compite con la pantalla de nuestro teléfono móvil, en un duelo por quien se lleva nuestra plena atención. Y también es un duelo que salta un escalón más, acaso enunciando el enfrentamiento entre las salas y las plataformas, en el cual el cine en su potencia narrativa reafirma y exige su espacio ritual, en la sala tradicional y en la solemne proyección.
Porque la tradición de ir al cine también guarda sus códigos de género, desde el silencio al iniciar la función hasta el aplauso final a la obra al llegar los créditos. Silencio nos interpela a los espectadores posmodernos, a los tataranietos de aquellos primeros espectadores que se entregaron a la magia del artificio de feria de los hermanos Lumière, y nos invita a volver al cine como lugar de contemplación, de reflexión y de asombro.