Un acercamiento a «Love Story», de Sofía Molinari. Por Nicolás Sandrini.
Un corazón enamorado espera una señal que le devuelva la ilusión. La señal llega, pero la ilusión dura lo que un latir efímero persiste ante el pronto desengaño.
Love Story, de Sofía Molinari, narra la consecuencia inmediata de una ruptura amorosa y un personaje al borde de arrojarse al desconsuelo de aceptar que la historia de amor que lo tuvo como coprotagonista terminó con un final no feliz.
La elección del puente como puesta en escena del clímax, propone al espectador la conjugación de 2 ideas que dialogan con profundidad cinematográfica: el puente como cruce entre dos orillas, la de un pasado dichoso que se abandona marchando hacia un futuro incierto; y la del suicidio en un sentido metafórico, la intención del personaje de acabar con toda esperanza y terminar con ese perpetuo dolor.
Elementos de notable carga simbólica son tocados por el hechizo animado que proyecta la ilusión del movimiento y permiten al relato sumergirse en la construcción de un espacio intrasubjetivo, poniendo acento en el deseo y la fantasía del personaje. Una mirada subjetiva a un puño que abraza un corazón partido. La irrupción de una mano ingresando al cuadro congelan la acción torciendo el destino. El latido rimbombante y resonante materializa un eco amoroso que atraviesa la pantalla. Un par de ojos brillosos se posan hacia el fuera de campo y presuponen un reencuentro que se ahoga en un cielo reflejado en lágrimas de adiós. La resignación final se diluye en un llanto que aprovecha ingeniosamente los créditos y se dibuja en forma de onomatopeya.
“Love Story” compone el epílogo de una historia de amor y desafía a la convención en su dimensión discursiva.
Ganadora del Premio a Mejor Animación de la 3ra edición.
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