Un acercamiento a RÉCORD, de Santiago Marchetti, por Nicolás Sandrini.
La fórmula aplicada de un encuadre perfectamente desenfocado y una mezcla de sonido ambiente en una dosis exacta, expresan en su mixtura natural los indicios suficientes para que el espectador se identifique en espacio y tiempo: una pista de atletismo, el desenlace de una carrera.
Una silueta lejana se aproxima, se cristaliza en un suave pero veloz degradé, corriendo desde el fondo y con texturas agitadas que atraviesan la barrera esmerilada y la declaran parcial protagonista.
Al cruzar la meta y ganar el primer plano, al personaje se le asignan un rostro y un perfil atleta, así como se le manifiesta el palpitar desahogo de la incipiente pregunta que exige una inmediata respuesta: ¿y?
En plano entero abierto y con indudable profundidad de campo se compone la escena de forma completa: la inconfundible y anaranjada curva de una pista de atletismo, unos conos y una botella de agua que dibujan un breve solar; la introducción de la coprotagonista define el perfil de una chica con ropa de gimnasia blanca, en contraste con el vestuario negro del muchacho, que sostiene un cronómetro y una carpeta que arroja a la marchanta para robarse así el verdadero clímax de la película cuando pega un significativo salto celebrando «el nuevo récord».
El tono enfático en el timbre de su voz y la actitud vertiginosa de la pirueta que la congela suspendida en el aire, expresan una felicidad contagiosa que nos invita a festejar la notable hazaña. Récord pone en perspectiva el valor de la victoria individual reflejado y potenciado en la celebración colectiva. En carácter implícito se enuncia la pregunta: ¿Por qué corremos? Que encierra una cuestión quizás más profunda: ¿A dónde vamos cuando corremos?
Corremos tal vez para superarnos, probablemente para quebrar una marca o alcanzar un determinado logro, pero también, y definitivamente, corremos para saltar las barreras del hastío cotidiano, para vencer las fronteras ideológicas y culturales, para suspender momentáneamente las diferencias de clases, pero sobre todo, corremos para llegar y estrecharnos en un abrazo que, tan fugaz como tan sentido y fuerte, inmortalice el encuentro y marque así un nuevo récord que sea para siempre.